La factura ha llegado, Portugal

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Foto: Sputinik

Ya sabes: hace tiempo que hablamos aquí de los prejuicios, el racismo y la xenofobia en Portugal, incluso en el ámbito escolar y académico (pero también en la vida social, en las empresas, etc.). Fue el caso del hijo de María, un niño de 7 años agredido por una asistente escolar, y tantos otros casos similares que surgieron de esa denuncia (la mayoría de ellos de racismo y xenofobia); fue el escándalo de las denuncias en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa; hace tiempo, fue el caso de la guineana despedida de la empresa donde trabajaba, tras denunciar a un compañero de trabajo racista; fue el caso de la mujer de Anderson invitada a volver a su país por haber pedido un descuento en una negociación de compra; y es el caso de miles de extranjeros que viven en Portugal, no sólo brasileños.

De hecho, si hubiera una escala de prejuicios de los europeos, no estamos ni siquiera en la cima. Sobre todo, odian a los gitanos; luego, vienen los de Oriente Medio, los pakistaníes, los hindúes, etc.; después, están los africanos; sólo después están los brasileños, más o menos al mismo nivel que los chinos.

Y nosotras, las brasileñas, seguimos teniendo el estereotipo de putas.

Pero te diré: las nuevas generaciones están rompiendo con esta historia de prejuicios y xenofobia. No en absoluto, obviamente. Sin embargo, dada la cantidad de inmigrantes que hay en Portugal, los jóvenes encaran mucho mejor lo “diferente”. Lo digo en base a mi experiencia y no es una verdad absoluta. Pero lo que sí puedo decir, sin lugar a dudas, es que cada vez que presencié (en vivo y en directo) una escena de xenofobia, vi aparecer a varios “tugas”* para defender a la víctima. Por un imbécil tugo prejuicioso, otros dos o tres se levantaron por la ridícula escena de su compatriota. Incluso puedo hablarte de al menos dos situaciones.

La primera fue en la “Loja do Cidadão” (Tienda del Ciudadano), en Cacém, en el área metropolitana de Lisboa. La “Loja do Cidadão” es un lugar al que acuden todos los que necesitan tramitar casi cualquier documento en Portugal, y hay varias. Un hombre africano estaba sentado esperando ser atendido. Llegó una portuguesa, se sentó a su lado y, sin venir a cuento, le dijo que apestaba. Él, sin mostrar ninguna reacción, se levantó de su asiento y se puso de pie. En la fila frente a las sillas, una mujer de unos 35 años, quizá más, no lo sé, se volvió y dijo: “eres una racista, prejuiciosa y asquerosa. Es por gente como tú que nos llaman racistas”. Otra tuga sentada dijo: “eres ridícula, te molesta el hombre, aléjate de ahí. Nadie te dijo que te sentaras ahí”. Y eso se convirtió en una discusión generalizada, separada por la vigilancia.

La segunda fue cuando una tuga anciana dijo que no quería que yo le sirviera en la cafetería donde trabajaba porque no hablaba su idioma. La chica que estaba sentada en la única mesa de la cafetería dijo: “el problema no es la chica, es usted que no sabe comunicarse. Basta de hacernos pasar vergüenza”.

¿Eso es algo común? Sé que no lo es. Pero es simbólico. Todavía nos queda un largo camino por recorrer para estar en el entorno ideal. Pero existirá, lo quieran o no los tugas. ¿Y sabes por qué? Porque Portugal está lleno de inmigrantes. Los números muestran que es un récord histórico de brasileños viviendo aquí legalmente. Adonde voy, tío, sólo me encuentro con brasileños. Muchos, a niveles extraños. En todas partes. EN TODAS PARTES. Y también hay africanos, asiáticos, gente de Oriente Medio. ¿Sabes qué es lo que menos se ve? Así es: portugués. Yo escucho “BR” (portugués de Brasil) por cojones, escucho varios otros idiomas por cojones, pero escucho muy poco portugués de Portugal.

Y hay más: la población “local” está envejeciendo, está muriendo. Son los inmigrantes los que están dándole un impulso al país. Así que NECESITAN naturalizar nuestra presencia y agradecer al cielo que estemos aquí ofreciendo mano de obra y haciendo girar la rueda económica.

¿Y sabes por qué he escrito todo este tratado? Porque se convirtió en noticia que un profesor de la Universidad de Porto fue despedido por llamar a los brasileños “mercancía”. Y no es el único: hay otro investigado, que ya ha sido apartado de sus actividades. ¡LA FACTURA HA LLEGADO!

Sólo con medidas efectivas como ésta acabaremos con la tontería de decir “vuélvete a tu país”, “las brasileñas son unas putas”, “aquí no te ha llamado nadie”, “éste no es tu país, ese desmadre”, etc, etc, etc. Hay que avanzar y despedir, exponer, avergonzar a esta gente. Típicos votantes de André Ventura, el Bolsonaro portugués, que odia a los inmigrantes, odia a las mujeres, odia a los negros (no necesariamente en ese orden).

Es este cambio de marcha, de conciencia, es sólo esta ruptura con una historia llena de prejuicios, lo que resolverá el problema aquí (y en cualquier parte). Mientras no les duela, no tendremos paz.

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Nota del traductor:
*tugas: apodo, en portugués brasileño, para referirse a los portugueses: “portugas”, “tugas”

Tradução: Andres Nigoul

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